Ni las inclemencias meteorológicas pudieron con Hinault en Lieja

Hinault en Lieja

Supuso la carrera más dura de la historia por las adversidades a las que tuvieron que enfrentarse los corredores

Hinault en Lieja

Era un 20 de abril de 1980. Domingo. El pelotón mundial se trasladaba a Bélgica para correr la decana de las carreras, la Lieja – Bastoña – Lieja.  El tiempo no acompañaba nada. Frío, lluvia, nieve, niebla… Todas las adversidades que se podían dar se dieron aquel día. 200 ciclistas salieron de Lieja, pero después de más de 240 kilómetros, tan solo 21 corredores terminaron aquella carrera. A pesar de que fue hace más de 30 años de aquel día, aún se recuerda como la carrera más dura de la historia.

Acostumbrado a ganar, Bernard Hinault todavía recuerda esa Lieja – Bastoña – Lieja como la victoria más difícil de su vida. Por un momento, para que no peligrase su participación en el Giro de Italia,  Hinault hasta llegó a pensar en abandonar cuando tan solo se habían disputado unos pocos kilómetros.  El francés no entendía a la pesadilla a la que estaba siendo expuesto.

«El Tejón», apodo con el que se le conoce a Bernard Hinault, fue siempre tozudo, cabezota e incluso a veces algo suicida con sus esfuerzos. Pero esta vez, ni eso le bastó para poder seguir. Cuando estaba a punto de bajarse de la bicicleta, su compañero de equipo Maurice Guillox se le acercó a él, y le dijo «Bernard, tranquilo que yo no te voy a abandonar». Fueron estas palabras las que le motivaron para continuar, sumado a la honradez hacia el deporte que tanto le dio hicieron que, con orgullo y un par de huevos, Hinault atacase en solitario para terminar la carrera rodando los últimos 80 kilómetros totalmente solo.

El francés, pentacampeón del mundo, compitió contra sí mismo, contra no rendirse nunca, contra mostrar al mundo que en la vida todo se puede conseguir. Después de siete horas del ciclismo más épico que se recuerda, Hinault acabó entrando primero en la línea de meta. Solo, a más de 10 minutos del segundo que fue Henni Kuiper, «el Tejón» había logrado escribir una nueva hoja de los anales del ciclismo. Sus dedos, que estuvieron expuestos a todas las inclemencias meteorológicas, acabaron con síntomas de congelación severa que empezaron a tener sensibilidad y movilidad varios días después.

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