EPO: las siglas prohibidas en ciclismo

“Yes“. Escueto y sin más dilaciones; con cara de avergonzado; quizá, con más de la que su pensamiento le refiere. Así respondía Lance Armstrong un 14 de enero, allá por 2013, a la periodista Oprah Winfrey ante la doble pregunta de si alguna vez se había dopado, y si la EPO había sido una de las sustancias dopantes. Por fin, el siete veces campeón del Tour de Francia confesaba del delito por dopaje, cerrando así el círculo que sus excompañeros de equipo, Floyd Landis, Vande Velde, George Hincapie y Tyler Hamilton entre otros, se habían encargado de abrir. Por entonces, el estadounidense llevaba un año despojado de sus títulos en la Ronda Gala y la medalla olímpica, entre otros; pero aquel capítulo iba a suponer su muerte definitiva como deportista profesional.
Pero.. ¿qué es la EPO?
La eritropoyetina, comúnmente conocida como “EPO“, es una proteína producida mayoritariamente en el riñón que estimula la producción de las células de la sangre encargadas de transportar oxígeno al resto del cuerpo, los glóbulos rojos. Por supuesto, es una molécula que todos y cada uno de nosotros producimos de forma natural, así que en principio nadie tendríamos por qué temer a dar positivo por EPO, ¿no es así?.
Además, el cuerpo humano, como máquina casi perfecta que es, procura que las demandas de oxígeno siempre estén satisfechas, por lo que la producción de eritropoyetina en las situaciones en que esto se compromete es mayor, con el consecuente aumento de glóbulos rojos en sangre. Así, todos conocemos casos de deportistas de élite que entrenan en altura (donde hay menos oxígeno) para hacer que el hematocrito (que es la concentración de dichas células) suba y, de este modo, el rendimiento mejore.
Paradójicamente, este proceso fisiológico compensatorio también se produce en fumadores. De ahí, que los pacientes presenten un hematocrito bastante alto. Sin embargo, desde Demarrajeweb nos declinamos por el entrenamiento en altura, dejando de lado ese mal hábito… (ni que hiciera falta comentarlo).
Entonces, si la EPO se produce de forma natural y los métodos para aumentarla también pueden estar alejados de lo que comúnmente se conoce como dopaje… ¿cómo se distingue al deportista limpio del impostor?
Muy sencillo. En casos de doping, el fármaco utilizado para aumentar el rendimiento es un derivado de la EPO. En el particular caso que comentamos, es eritropoyetina humana recombinante; es decir, se trata de la molécula conocida de EPO a la que, por técnicas de ingeniería genética, se modifica parte de su estructura para obtener ciertas ventajas. En este caso, se consigue alargar el tiempo de vida media (lo que dura) entre 2 y 3 veces.
Por suerte para todos, excepto para los tramposos, esas modificaciones hacen que hoy en día pueda detectarse la EPO recombinante con un simple análisis de orina, por lo que el deportista ya no tiene la excusa de entrenamientos en altura ni nada que se le parezca.
¿Y tanta ventaja supone?
No son pocos los ciclistas que han estado involucrados en temas de doping por EPO. El inicio de milenio supuso el perfeccionamiento de estas controvertidas prácticas. Y en nuestro país no iba a ser menos: desde el sonado caso de Joan Janeras en 2001 durante los Mundiales de Ciclismo en Pista de Amberes, hasta la condena al mítico gregario Manolo Triki Beltrán (sí, un lustro después de retirarse) siendo la última registrada en nuestro ciclismo, pasando obviamente por la imborrable mancha de la Operación Puerto, con decenas de competidores implicados. Pero eso esa historia la contaremos otro día.
Sin embargo, y a pesar de los efectos fisiológicos conocidos a los que da lugar, recientemente se ha publicado un estudio para la revista Science, referencia en publicación científica, en que desmitifica la función de esta proteína. Al menos, el hecho de que su uso pueda dar lugar a diferencias significativas entre el rendimiento de quien sí y no lo usa.
De hecho, cada vez son menos los que hacen uso de la sustancia, siendo sustituída por análogos y estimulantes de la producción de testosterona. El último caso, el de Alberto Gallego, positivo por estanozolol.
Enhorabuena. Buen artículo divulgativo y clarificador de ciertos mitos