El primer gran escalador del Tour de Francia

FRANCE - CIRCA 1905: Rene Pottier, french racing cyclist. Tour de France 1905. (Photo by Branger/Roger Viollet/Getty Images)
René Pottier, el precursor de los grandes escaladores se suicidó por desamor a los 27 años
“Van seis. Petit Breton pierde cien metros por culpa de un auxiliar ineficaz y no podrá ya recuperarlos. Comienza una lucha que calificaría de epopeya. Los cinco primeros kilómetros se pasan sin incidentes. Después es Cornet el que demarra furiosamente, intentando distanciar a sus rivales pero, ante nuestra sorpresa, es Trousselier el que cede primero. ¡Solo quedan cuatro! Es demasiado duro para Cornet. Se le curva la espalda con el esfuerzo y los otros responden. Pero a Georget se le acaban las fuerzas. ¡Solo quedan tres! Un poco más lejos, Cornet ve a su gran rival, Aucouturier, descolgado. No podemos creerlo, pero la gran sorpresa está por llegar. Vemos que, de repente, Pottier adelanta a Cornet. Los dos se enzarzan en un duelo feroz, resoplando y con chorros de sudor por el rostro. De su pecho brotan profundos suspiros, como los de los obreros metalúrgicos delante de un horno al rojo vivo. Cornet pierde dos largos, los recupera y vuelve a descolgarse, otra vez, y otra. La victoria es para René Pottier, que no se yergue más que en la cima”, escribía un periodista francés en L´Auto en 1905.
Era la segunda etapa del Tour de Francia de 1905. Se trataba de la primera ascensión en la Grande Boucle. Era el Balón de Alsacia, la cima que descubrió al primer gran escalador del ciclismo. Como describiría aquel periodista, René Pottier sorprendió a todos aquel día. No solo fue capaz de derrocar al campeón del año pasado, Henri Cornet, si no que además jugó con él hasta descolgarlo cuando y cómo él quería.
René Pottier era el único capaz de subir los puertos de aquella época sin poner pie a tierra. Daba igual que no estuviesen asfaltados, que llevasen acumulados más de 200 kilómetros en el día, y que su bicicleta pesase más de 20 kilos. René Pottier era capaz de escalar el Balón de Alsacia a una velocidad media de 20 km/h. Pottier sabía que tenía un don, que estaba tocado por los dioses y que su poder podía ser a veces incontrolable.
Y como todo escalador de leyenda, René Pottier deslumbraba por donde pasaba. Sus pedaladas eran delicadas y calculadoras. Sabía cuando apretar, o por consiguiente, levantar el pie para no sufrir demasiado. Se mimetizaba con las montañas y sus condiciones climatológicas. Pero también, como héroe trágico que acabó siendo, tenía su lado oscuro. Nunca estaba alegre. Sonreía poco y era muy retraído. Prefería vivir en su soledad, o quizás, tenía una lucha interna consigo mismo buscando controlar ese poder que los dioses le dieron y que le llevaron a ganar el Tour de Francia de 1906.
Un Tour donde ya partía como uno de los favoritos a tener en cuenta después de su exhibición en el Balón de Alsacia de la edición anterior. Llegó a dominar tanto aquella edición del Tour que, como cuenta la leyenda, en la quinta etapa, viendo que llevaba una ventaja considerable respecto al pelotón, decidió parar en un bar, sentarse tranquilamente y beberse una botella de vino tinto mientras el resto de corredores le adelantaban. Finalmente, y con el vino ya en su estómago, acabó cazando al pelotón y ganando aquella etapa. Su talento era insultante e incluso se hablaba de que podía dominar las próximas ediciones del Tour de Francia.
Y como figura mitológica que parecía encarnar René Pottier, tenía su propio Talón de Aquiles. La magia de Pottier sobre la bicicleta solo funcionaba con amor. Con el amor de una mujer en concreto, con la que se casó años antes de correr su primer Tour de Francia. De la que estaba enamorado, y a la que le dedicaba sus pedaladas más carismáticas y recordadas por la población francesa. Un amor que se vio truncado cuando, volviendo de aquel Tour que ganó en 1906, se enteró de que aquella mujer a la que le había jurado amor tenía un amante. Algo que René Pottier no pudo perdonar y que acabó con un desengaño amoroso fatídico. Ella le abandonó. Él no consiguió reponerse de aquel desenlace.
El 15 de enero de 1907, cuando René debería estar preparándose para ganar su segundo Tour de Francia, un mecánico de Peugeot (equipo de René) se encontró el cuerpo del primer gran escalador colgado del gancho donde habitualmente colgaba su bicicleta. Como dijo el propio director del Tour, Henri Desgrange: “Tal vez fue la primera vez en toda la vida de este hombre valiente en la que tengamos que apelar a eso que los moralistas llaman falta de coraje“.
Así acabó la historia del primer gran escalador del Tour de Francia. La historia de un héroe trágico que acabó siendo el precursor de escaladores como Luis Ocaña y Marco Pantani. Escaladores a los que la vida les atormenta cuando no se encuentran bailando y disfrutando sobre la bicicleta. Figuras que en los momentos más difíciles, cuando la carrera se pone dura, resurgen como ave fénix, pero que sufren lo inimaginable en un mundo que solamente ellos pueden entender. Y es por eso que nos gustan tanto estos héroes.