OPINIÓN | La culpa es de Froome

Viene siendo ya habitual que Nairo Quintana, a medida que avanzan los días importantes en las grandes vueltas, la horda de ‘haters’ del colombiano, que abundan hoy en día en las redes sociales, se ceban con el corredor de Movistar, pidiéndole que sea valiente, que no vaya a rueda, y sobre todo, que no se descuajeringue su codo pidiendo un relevo que debería asumir él. Pero él no tiene la culpa.

Es verdad que él, como el elegido a ser el primer sudamericano en ganar el Tour de Francia, no ha demostrado nada desde hace dos años. Malas decisiones a la hora de elegir su calendario, estados de forma muy pasados para intentar luchar por el maillot amarillo, y una actitud muy recurrente por no tomar nunca la iniciativa, ni siquiera cuando los números están en su contra.

Una situación, que no siempre fue así. El corredor de Movistar demostró en 2013 y 2014 que tenía potencial y además el valor suficiente para desafiar a todo un Chris Froome en Mont Ventoux. Un rival que más tarde le arruinaría su carrera profesional, no solo por privarle año sí y año también del famoso “sueño amarillo”, sino también por quebrar su confianza en mil pedazos. El keniata, espigado y caballeroso, fue poco a poco amedrentando la cabeza de Nairo hasta sumirle en una crisis de personalidad de la que aún no ha podido salir.

El colombiano ve a los fantasmas de Froome y de Sky en todas las carreras. No ataca, no porque sus piernas no le dejen, es la cabeza, que imaginándose el treno blanco de Sky, se acompleja sintiendo que sus demarrajes pueden quedarse cortos y más tarde volverse en su contra. Prueba de su obsesión por Froome la vimos en el Alto de Aitana, cuando ambos corredores llegando juntos a meta, y con el británico aplaudiendo a Nairo por su victoria virtual en la Vuelta a España, el colombiano decidió atacarle en los últimos 50 metros. Solamente por entrar delante de él. Solamente por intentar intimidar a un cuatro veces campeón del Tour. Porque la presencia de Froome le atormenta, y lo que es peor, le ha dejado secuelas para todas las carreras que asume el rol de líder, esté o no Chris Froome.

Hoy, en los Lagos de Covadonga, volvió a verse agarrotado ante otro británico. Tenía piernas para hacer lo que ha hecho Thibaut Pinot, pero el miedo a apostar todas sus cartas y más tarde ser neutralizado por sus rivales le convierten en ese corredor que todo el mundo ‘hatea’. Amarrategui, esperando no sé exactamente a qué, y de nuevo parece que otra oportunidad de ganar una gran vuelta se le escapa de sus brazos, que aún están pidiendo un relevo.

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